Continuando con el tema de la espera no esperaré más para decir que uno de mis poemas favoritos lleva precisamene ese título (ESPERA). Se trata de un poema del autor Oliverio Girondo, autor por el cual me interesé después de ver la película El lado oscuro del corazón (de Eliseo Subiela), donde podemos disfrutar también de poemas de Mario Benedetti y Juan Gelma.
Tras descubrir a Oliverio Girondo, noté que su escritura es muy directa, sin rodeos ni expresiones rebuscadas. Para mí leer poesía no consiste en tratar de entenderlo todo al pie de la letra (es por eso precisamente por lo que mucha gente no valora la poesía, porque no la entiende, ni valora el arte contemporáneo en general, por la misma razón). Para mí la poesía y el arte en general consiste en recibir sensaciones que produzcan en mí algún tipo de reacción. La poesía de Girondo se me presenta como una especie de rebelión, que expresa las cosas tal cual son, sin ocultar las cosas menos bellas. Pero para no desviarme del tema de la espera aquí adjunto el poema del que enseguida opinaré:
ESPERA
Oliverio Girondo
Esperaba,
esperaba
y todavía
y siempre
esperando,
esperando
con todas las arterias,
con el sacro,
el cansancio,
la esperanza,
la médula;
distendido,
exaltado,
apurando la espera,
por vocación,
por vicio,
sin desmayo,
ni tregua.
¿Para qué extenuarme en alumbrar recuerdos
que son pura ceniza?
Por muy lejos que mire: la espera es ya conmigo,
y yo estoy con la espera...
escuchando sus ecos,
asomado al paisaje de sus falsas ventanas,
descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre,
ante sus chimeneas,
sus muros desolados,
sus rítmicas goteras,
esperando,
esperando,
entregando a esa espera
interminable,
absurda,
voraz,
desesperada.
Sólo yo...
¡Sí!
Yo sólo
sé hasta dónde he esperado,
qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios;
con qué ardor,
y qué fiebre
esperé
esperaba,
cada vez con más ansias
de esperar y de espera.
¡Ah! el hartazgo y el hambre de seguir esperando,
de no apartar un gesto de esa espera insaciable,
de vivirla en mis venas,
y respirar en ella
la realidad,
el sueño,
el olvido,
el recuerdo;
sin importarme nada,
no saber qué esperaba:
¡siempre haberlo ignorado!
cada vez más resuelto a prolongar la espera,
y a esperar,
y esperar,
y seguir esperando
con tal de no acercarme
a la aridez inerte,
a la desesperanza
de no esperar ya nada;
de no poder, siquiera,
continuar esperando.
¿Por qué me gusta tanto este poema? Por todo: porque cuando lo leo siento la espera, a cada coma, a cada palabra separada una de otra (la estructura del poema también ayuda a conseguir lo que se quiere transmitir, por eso presento aquí el poema tal cual aparece en el libro, aunque de este modo ocupe más espacio, no importa); también valoro esa irregularidad de frases largas y cortas que ofrece dinamismo a las palabras; el lenguaje, sencillo pero sentencioso, directo y claro; y la transformación de la espera en desesperanza, que convierte la espera en algo absurdo.
Y todo esto trasladado al día a día (pues si por algo más me gusta el poema es porque coincide con mi manera de pensar) me ayuda a concluir que de nada sirve esperar si de tanto esperar ya no sabemos lo que esperamos. Hay que esperar sólo si es necesario.
Si poder realizar lo que esperamos está en nuestras manos y realmente lo necesitamos no esperemos a que deje de llover para salir a tomar algo (¿acaso no existen los paraguas?), no esperemos a tener unas largas vacaciones para poder viajar si disponemos de unos días y no demasiado dinero (¿acaso no existen los albergues y alojamientos baratos?), NO dejemos de intentar hacer algo si realmente nos apetece, otra cosa es que NO nos apetezca y entonces digamos que preferimos esperar, seamos claros y NO póngamos la espera como excusa (a nadie le encanta esperar), sepamos diferenciar y sepamos decir NO. Una vez más viene a cuento la frase: QUERER ES PODER... (otra cosa es no querer).
Mucipa