Originariamente, se trata de un interludio orquestal para la ópera El cuento del Zar Saltán del compositor ruso, pero con el tiempo se ha convertido en un reto de virtuosismo instrumental en solitario (o con acompañamiento de piano).
Las versiones que más me han impactado a mí son: una para flauta, interpretada por James Galway y otra para tuba, interpretada por David Childs.
Esta interpretación me parece magnífica por la gran naturalidad con la que el intérprete ejecuta la gran cantidad de notas que contiene la obra sin notarse prácticamente que respira y dando la sensación de una continuidad que impresiona.
Y el siguiente vídeo tampoco nos deja indiferentes:
Si alguien pensaba que la tuba no era un instrumento ágil... David Childs demuestra lo contrario.